top of page

Vientos de cambio

Foto del escritor: Patricia MeléndezPatricia Meléndez

Patricia Meléndez Aguirre


“Hay una criminalidad legalizada y así, en la injusticia misma de la ciudad, se revela el progreso en el que el hombre se crea a su propia imagen”J. Lacan


En 1975, interpelado sobre las implicaciones políticas del psicoanálisis, Lacan apuntó: “No hay progreso. Lo que se gana de un lado, se pierde del otro. Como no sabemos lo que perdimos, creemos que ganamos.”


Ganar. Imperativo recrudecido en la voracidad de la sociedad del capitalismo.Se busca el triunfo; de la razón, de la estética, de la posición dentro de la clasificación social. Poder, posesión, prestigio. Ser mejor que otros, o al menos creer que así es.

Guiados por los símbolos del “éxito”, lo que quede por fuera resulta indeseable, criticable e incluso, repudiado. Ahí, en estos lugares de desdén se despliegan diversas manifestaciones de la condición humana. Pero, convenientemente se defienden y exigen ideales de coherencia sin dar lugar a la contradicción, de sentido que impere sobre la imprudencia, o de mesura que domine las pasiones; la calma sobre la tempestad. Un mundo feliz muy al estilo Huxliano: tendiente a la estabilidad, a partir de cierta identidad y comunidad. Y cuando digo “cierta” me refiero a que no es cualquiera, no es a libre elección; están preformadas para alcanzar el ideal de ciudadanos buenos y felices, y así garantizar un mundo de virtudes y felicidad en pos de la estabilidad social.


El progreso: acelerar procesos, sin tiempo que perder. Tendiendo a la mejora, sirviendo de ejemplo también. Garantías, causalidades y pronósticos.El tiempo perdido, ¡Cuántos se lamentan del tiempo perdido! ¡Cuántos ni siquiera cuestionan el tiempo invertido! Sí, desde ahí; porque lo perdido es irrecuperable, la inversión implica una ganancia. Propongo otra lectura, invertir el tiempo perdido. Invertirlo en su significación: si hay algo que gano por el tiempo invertido y cuando no gano pierdo el tiempo, ¿qué se podría ganar en el tiempo “libre”? Qué curioso como el discurso de producción se pretende mimetizar con discursivas humanistas. Como si el tiempo verdaderamente fuera libre. Como si lo fuéramos.


Daré un giro necesario, ya que mi intención en estas líneas va sobre los exilios, los exiliados. Esos lugares de castigo, de aislamiento, de soledad. Los engranajes que, o bien no lograron encajar, o bien no se sostienen en los lugares asignados.

En la niñez basta con nombrar al “coco”, Bogeyman; o al hombre del saco en sus distintas versiones: Krampus, Struwwelpeter, Tata Duende, Lamia o Baba Yagá; para lograr una adecuación social. El castigo resulta imaginario, muchas veces suficiente. En la adultez figuran otras instancias: la cárcel, el psiquiátrico, el cementerio y otros lugares marginales, no sin sus respectivos imaginarios. Así pues, vivimos evitando ser clasificados en estos sistemas de exclusión. Los otros son los monstruos, los locos, los flojos, los débiles, los inútiles, los adictos; los otros son lo que son porque no aceptaron las mieles ni de la cordura, ni de la razón, ni de la mesura, ni de la explotación. Esos otros son relegados en un sistema que exige margen de error-defecto cero. Es curioso cómo se matizan dichas características al colocar enseguida la palabra “funcional”: Y es que mientras produzcas al sistema de intercambio, sigues en el juego. Todo con tal de no revelar la falla en la estructura.

Esa falla la encontramos ahí, en lo que resiste. En lo que, a pesar de todo, no anda, y se cuela por los barrotes de la conciencia.

“La agresividad correlativa a toda identificación alienante permite vislumbrar que existe un límite en que las tensiones agresivas uniformadas se precipitan en puntos donde la masa se rompe y se polariza” (Lacan, 1950)

Existen entonces puntos de ruptura; ahí donde, de ese halo luminoso, surgen las sombras.

En tiempos de transición, en los que abundan promesas, garantías y vientos de cambio, notemos aquello que va más allá de la palabrería; ahí donde se promete respeto, inclusión, bienestar y paz; se pelea con ofensa, segregación y agresión.

Y es que al final, en palabras de Huxley, la dictadura perfecta es democrática y la esclavitud moderna radica en amar la servidumbre. La ilusión de ganar libertades oculta lo que se va perdiendo de la libertad misma.


Créditos de la imagen:  “From here” de Diango Hernández Torres

Comments


 

Sesión 23SM  · 2017

designed and developed by S23

bottom of page