“El mundo que pinto no sé si lo invento,
yo creo que más bien es ese mundo el que me inventó a mí”
Leonora Carrington
Al inicio todo era oscuridad – la tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo. Entonces Dios dijo “que exista la luz” y hubo luz, y apartó la luz de la oscuridad, y llamó a la luz “día” y a la oscuridad la llamó “noche”. Y atardeció y amaneció: día primero.[1]
Así, el momento de la creación para el cristianismo se funda en un acto: “Dios dijo”.
La palabra, que no fue una y que no fue nada menos que el nombrar la existencia, Su existencia y la del mundo. Luz y oscuridad convertidos en día y noche, y estos en actos: amanecer y atardecer; y que a su vez fundaban un día, el primero; y éste primer día instituiría el tiempo de los otros días.
Para los mayas, al inicio “todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado y vacía la extensión del cielo. No había nada junto que hiciera ruido. Solamente había inmovilidad y silencio en la oscuridad, en la noche. Llegó entonces la palabra y los Progenitores juntaron sus palabras y su pensamiento, dispusieron la creación.”[2]La creación producto de un diálogo, de un acuerdo, pero también la inauguración de la diferencia.
Si la palabra crea, yo creo al mundo que me nombra y que me hace existir en él.
Existimos en el discurso que nos nombra y nos dice “ese eres tú y ese es el mundo”.
Con el tiempo somos capaces de nombrar también, de tomar la palabra, de darla y retomarla, de utilizarla y transformarla. “Estamos hechos de historias” señaló Galeano; historias tejidas con palabras, palabras que sirven de portales, portales interconectados capaces de contener sonidos, colores, emociones, imágenes, representaciones del mundo.
Sin embargo, el lenguaje también está en falta. No es posible decirlo todo, se bordea el silencio, el retorno, el agujero; y esto posibilita el movimiento, el imperio de la dinámica sobre la estática. Posibilita la historización y la re-historización.
Si la vida es un estado de muerte latente -no hay vida si no es porque se va muriendo-, un encantamiento ante la finitud, la pregunta sobre el origen no puede formularse sin la pregunta sobre el final, sobre el cese de la vida. Las fantasías en torno a ello se apoyan en nuestro encuentro con el mundo físico, material; se alimentan del misterio, de lo desconocido, lo inexplicable; y se desarrollan con ideas de destrucción y de eternidad, de un más allá.
Podría decir que en toda idea de destrucción hay un acto de creación: la posibilidad de seguir. Las ingenuas preguntas: ¿qué harías hoy si tuvieras la certeza de que morirás mañana?, ¿qué harías hoy si supieras que mañana un asteroide impactará la Tierra, destruyendo todo a su paso?, ¿qué harías si estuvieras en Estado de emergencia por una pandemia incontrolable? Son preguntas posibilitadas por aquello indecible e inalcanzable. La certeza vuelta posibilidad que permite movilizar el deseo.
Peligro, amenaza, crisis, desastre, falta, inminencia, ataque, caída, invisibilidad, incubación, contagio, tortura, abuso, desabasto, descontrol, caos, dolor, sufrimiento, agonía. ¿Qué emerge ante estos significantes? Quizá se trate de la escansión del mundo, de la vida. El recordatorio de nuestra imposibilidad.
Hay un lugar ocupado por un sujeto. Parece existir así, único, ese que dice: “soy lo que mi voluntad me permite”. El mundo girando. Sin embargo, alrededor de éste hay otros lugares que lo permean; él mismo representa un lugar para otros, con sus contenidos respectivos. Lo que exista en dichos lugares, así como sus mutaciones, impactará en ese sujeto, lo sepa o no, lo observe o no, lo acepte o no; más aún, lo quiera o no. El inconsciente rodea al sujeto incorporando el contenido de los significantes dispuestos en el Otro. Reformulando a Lacan, el Otro es el Grial de donde bebe el fantasma. Existimos por nuestra relación con lo que conocemos, pero insistimos por nuestra relación con lo que no sabemos.
Entonces, ¿qué es ese Otro?
Lacan lo llamó tesoro de significantes; un decir del mundo, de lo que la palabra mundo representa e integra para cada sujeto. Es nuestra manera de leer el mundo, señalo dos escenarios a manera de ejemplo:
*En 2014, en medio de un campo de refugiados en Siria, el fotógrafo Osman Sağirli se dispone a capturar la imagen de una niña de cuatro años; la pequeña al ver la cámara dispuesta con un teleobjetivo levanta los brazos mientras se muerde los labios. La pequeña creyó que se trataba de un arma[3].
*Siria, febrero de 2020. El padre de una niña de tres años le ha dicho que el sonido estruendoso que escuchan afuera se trata de juegos artificiales. A manera de juego, cada vez que retumba la explosión la pequeña ríe; para ella no es el sonido de la guerra, es algo divertido[4].
No hay dos sin uno, pero uno no es sino en relación a otro, y dos no son sino exponencialmente tendientes al infinito. La lectura depende no solo del símbolo sino de su lugar en un contexto determinado, de los símbolos que incluso no son observables pero que lo significan, del lector, del oyente, de sus pausas, de su ritmo. Ya estas palabras significan, revolotean, despegan o aterrizan.
Quizás, al inicio todo era caos en la bruma, ruido. Al nacer, nos sumergirnos en un mundo que nos toma, nos colma de su esencia, de sus formas; nos produce sensaciones que posteriormente representamos.
Ya Heidegger planteaba que la vida consiste en ser lanzado a un mar de posibilidades y que en cada posibilidad sólo existe una certeza, la certeza de morir en cada posibilidad.
Ante esta certeza de finitud e inminencia, el deseo se juega. Lo imaginario toma al deseo en un baile de mascaras cuyo escenario es la eternidad. El hombre fantasea anhelando poder hacer, poder ser como si tuviera el tiempo por delante. La muerte se presenta apagando la luz y quitando las máscaras; la pérdida encrudece la soledad y allí, en la oscuridad, sin máscara aparece la angustia, pero también el deseo. Y uno intenta encontrar el interruptor y la máscara caída con tal de volver a la dulzura de la danza, porque la caza del deseo, así como el encuentro con la angustia no se da con miel.
Luego entonces, ¿qué somos sino posibilidades en pos de nuestro deseo? La posibilidad de transformar los significantes de destrucción en pautas de creación a pesar de nuestra inexorable finitud. La posibilidad de transformar una bomba en una carcajada.
[1] La Santa Sede, 08 febrero 2020 en http://www.vatican.va/archive/bible/genesis/documents/bible_genesis_sp.html [2] Popol Vuh. Las antiguas historias del Quiché. Trad. de Adrián Recinos. México. FCE. 2013 [3] The BBC, 31 de marzo de 2015 en https://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/03/150331_siria_imagen_nina_wbm [4] El País, Madrid, 20 de febrero de 2020 en https://elpais.com/internacional/2020/02/19/actualidad/1582107673_267919.html?rel=listapoyo
Comments