
Madre...
Casa, hogar, ventana, espejo.
Brazos que arropan y que en ausencia dejan desconsuelo.
Mirada que constituye, voz que reconoce.
Boca que nombra, ¡cómo nombra!
Refugio, abismo, angustia.
Hoy, no se me ocurre otra cosa que no sea la similitud del uso de las preposiciones con las implicaciones de esta palabra: madre.
Las preposiciones aluden a cierta causa, compañía, finalidad, instrumento, lugar, modo, pertenencia y tiempo. Y, ¿qué es una madre sino todo eso?, y más aún.
Este planteamiento no se restringe a esta palabra, por supuesto; pero su alcance es tan poderoso, quizá como ninguna otra palabra que pueda seguirles.
A mi madre.
Figura evocadora, destino de tantos esfuerzos, de tantas acciones dedicadas.
"A mi madre le debo tanto", "¡Le debo la vida!"; por tanto, generadora de deuda.
Ante mi madre.
La madre se impone, se coloca como figura distorsionante.
"Ante los ojos de mi madre soy otro", "ante mi madre me hago el fuerte", "ante mi madre sigo siendo un niño"
Bajo mi madre.
Como refugio, cobijo, protección.
"Estar bajo el amparo de una madre", "estar bajo las faldas de la madre"
Con mi madre.
Como primera y continua compañera en la vida. Con la madre todo y todos.
Contra mi madre.
En el camino de la separación el río parece embravecido. La madre debe soltar y el hijo andar, a pesar de las dificultades que esto represente, a pesar de los deseos de la madre, el hijo habrá de desear algo más.
De mi madre.
Obsequio, castigo, bendición o maldición. Un don otorgado o un privilegio retirado es valorado como seguro cumplimiento.
Desde/en mi madre.
Origen, primer lugar que habitamos. La madre pone su cuerpo como lugar de creación.
También, primer lugar del que fuimos expulsados.
Entre mi madre y...
Mi padre, el mundo. Al nacer ya no somos uno con ella, a pesar de que por un tiempo la noción sea esta. El mundo se impone entre la madre y el hijo, también el padre lo hará.
Hacia mi madre.
Un retorno, el anhelo de regresar a la satisfacción que daba ese lugar.
Hasta mi madre.
Como límite en la constitución de la propia subjetividad; el hijo se separa para apropiarse de su propio cuerpo, de su propia vida.
Mediante mi madre.
Figura que intercede, que apela por un perdón, por una concesión.
Para mi madre.
La deuda de la vida muchas veces pagada con sacrificios, con trabajo, con renuncias, con apegos.
Por mi madre.
La preposición más completa. Como causa, como fin; el origen y el final.
Según mi madre.
Cuántas historias no nos contó de niños, cuántas cosas no conocimos por ella; sus palabras hacen eco en nuestras creencias, en nuestro deseo.
Sobre mi madre.
Ella cimienta nuestra historia, hablamos todo el tiempo desde ahí. Nuestras historias más próximas serán sobre ella, sobre las historias que nos contó, sobre las historias en las que participamos y que recordamos de nuestra infancia, de nuestra juventud. Y un día, hablamos sobre ella, también como historia.
Tras mi madre.
Seguirle sus pasos, sin pisar sus huellas, paralelamente sin saberlo. Muchas veces distanciándonos pero volviendo, sin tocarlas.
Preposición, un lugar instalado antes de otro para determinarlo. Los lugares ahí están, la forma en que se instauren sus contenidos provocará la variabilidad de las historias; las historias de los hijos con sus madres, las historias de las madres con sus hijos. Los abandonos, las presencias, las ausencias y las emociones que cada palabra habrá de evocar.
**Nota: El empleo de la palabra hijo, no hace referencia exclusiva al sexo que determina, en este caso se entiende entonces para el hombre y la mujer por igual.