Cuando llegué, llegué con urgencia de obtener una solución, un alivio.
Dudé si mi elección había sido buena, pensé muchas veces si valdría la pena invertir mis ahorros en un proceso del que poco conocía y del cual no sabía si obtendría ayuda.
Buscaba respuestas, buscaba desesperadamente escuchar una voz experta que me diera la receta para quitar el malestar y poner ahí lo contrario.
Pasaron días, semanas, meses; algunas veces salía de ese espacio sin ganas de volver, salía peor de como había llegado, todo dolía, los recuerdos dolían; pero luego me daba cuenta de cómo las cosas iban tomando forma y poco a poco sin apenas darme cuenta, el dolor ya no estaba. Algunas veces obtenía más preguntas que respuestas, otras veces sin preguntarme nada algo se revelaba.
Algunos días pensaba que me ayudaría más hacer yoga, meditar o irme de viaje, y que definitivamente me costaría menos (en muchos aspectos). Otros días, veía recompensado el esfuerzo; la dedicación volcada en mí que por mucho tiempo no me había permitido. Después me di cuenta de que ya mucho me había costado, en muchos aspectos (médicos, tratamientos, tiempo, mi vida que iba pasando), y que pude haber pagado un mayor precio si seguía buscando en todos lados, menos en mí.
En ocasiones hablaba sobre trivialidades que se convertían en puntos medulares, también creí hablar de cosas importantes que después resultaron no serlo.
A veces creía comprenderlo todo, y luego me sentía completamente fuera de lugar, desconociendo tanto.
Al paso del tiempo, me di cuenta de que llevaría tiempo, que no hay soluciones express para el alma, para la mente, para las emociones; que no podía pretender cambiar algo de inmediato cuando había estado presente por años, quizá durante toda la vida, que no existe una píldora capaz de reiniciar la mente guardando la esencia misma del ser.
Entendí que la voz experta soy yo y que necesitaba escucharme, que el malestar era un mensaje que llegaba en un idioma que yo no comprendía, y que por supuesto no comprendería en solitario.
Me di cuenta de que es muy distinto conversar con amigos, con la vecina, con un familiar; que lo que yo necesitaba no eran consejos porque ese tipo de respuestas no están afuera...pero que a veces sí buscaba esos consejos, porque resultaba más confortante no asumir por completo la responsabilidad del propio proceder, porque funcionaban como recetas de un camino que no era el mío pero que de alguna manera habían funcionado a alguien más, porque atrae más el camino recorrido pero seguro, aunque no se camine con los propios pies.
Psicoanalizarse no trata de creer o no en una "terapia", no trata de probar si sirve o no, no trata de evitar la etiqueta de "loco" o "incapaz".
Psicoanalizarse es enfrentar el autoengaño, es decidirse a observar en uno mismo lo que intentamos cubrir hablando de los demás. Es llorar buscando un consuelo que aún no ha llegado, un consuelo que no llega del analista pero que sí personifica. Es darnos atención en tiempo, en espacio, para lograr confrontar lo que hemos temido y para poder amar lo que hemos rechazado de nosotros mismos.
Psicoanalizarse no es un acto mágico ni un discurso "fumado", no es consejería. Es dar sentido, es sentir sin resentimientos; es despertar al monstruo que nos atormenta para poder hablarle e invitarlo a quedarse pero sin hacer tanto lío ni provocar sufrimiento. No es atentar contra la fe (en dónde sea que se deposite) sino saber cómo, de qué y para qué está hecha.
Psicoanalizarse es conocer el universo que me constituye, sabiendo que es también habitado por muchos demonios y que podré enfrentarlos, saber que el camino no termina sino hasta que no pueda caminarlo más; que en él encontraré tristezas, desesperanzas, alegrías y motivaciones. Es saber que seguramente algo he de perder y que también algo habré de no encontrar jamás.
Psicoanalizarse es quitarse la venda de los ojos, destapar los oídos y abrir la boca para dar paso a lo más profundo y natural de la existencia misma.
Cuando salí, salí dejando muchos pesos que llevaba encima; cuando salí, me di cuenta de que en ese espacio dejé dolor, dejé recuerdos, recuperé memorias, transforme emociones, reviví pasiones. Cuando salí...me reencontré.
Imagen de portada: "Mujer saliendo del psicoanalista" por Remedios Varo