Notas al lector: Recuperamos la publicación original en su esencia (omitimos algunas notas aclaratorias que podrán ser encontradas en la siguiente liga.
http://www.psicodinamicajlc.com/_blog/pivot/entry.php?id=415)
Se recomienda leer el texto precedente al decálogo para entender la intención del autor y así evitar malas interpretaciones.
Enfatizamos en naranja algunas consideraciones referentes a la figura madre/padre ya que si bien el decálogo se estructura en alusión a la figura materna también es aplicable a la figura del padre; al decir madre podría decirse padre y viceversa. Asimismo, la referencia textual sobre el género al que se alude al decir "hijo" que querrá decir también "hija".
Tal como el autor señala "Este post puede herir la sensibilidad de algunos lectores".
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Cuanto más viejo me hago, menos me acostumbro al dolor de mis pacientes. Más me duele éste, más me indigna, menos tolerancia me va quedando frente a la cuestión social de los abusos parentales. Veo continuamente a víctimas de toda clase de crueldades maternas y paternas, tanto pasadas como incluso actuales, la mayoría de ellas emocionales ("invisibles") y, por tanto, especialmente devastadoras e impunes.
Algunas de tales víctimas no sólo sufren por ello el resto de sus vidas, sino que son inmoladas en el altar de la "Salud Mental" a base de incomprensión, mano dura y/o psicofármacos. Así lo exige nuestra inhumana civilización. A quienes, víctimas o verdugos, aún se atreven a mirar de frente las oscuras verdades de muchas familias, dedico este post en clave irónica sobre cómo se gestan las neurosis y las psicosis de millones de personas, con todos los sufrimientos y síntomas que conllevan.
Pero, antes de empezar, me gustaría exponer algunos fundamentos de este artículo.
1. Elegiré un tono más o menos sarcástico como recurso literario que, a diferencia del estilo "objetivo" y eufemístico de la mayoría de escritos psicológicos, quizá ayude al lector valiente a empatizar mejor con algunos secretos inconfesables de muchas familias.
2. Usaré el término de "madre basura" porque, en lugar de otros más técnicos como madre tóxica, madre narcisista o madre neurótica, me parece mucho más popular y expresivo, como cuando decimos comida basura, televisión basura, etc. Después de todo, "basura" es todo aquello que finge un valor o utilidad que no tiene y que, además, es nocivo.
3. Enfatizo en este post el rol materno porque es, como sabemos, la fuente principal de todo lo bueno y lo malo de cualquier crianza, incluidos los comportamientos conscientes e inconscientes del padre y demás personas involucradas. Nada se mueve en la familia sin el permiso por acción u omisión de la madre (o persona equivalente). También me centro en ella en un intento de contrapesar el hecho asombroso, aunque muy significativo, de que en la mayoría de materiales psicológicos, biográficos, literarios y artísticos el rol emocional de la madre, aunque fundamental, casi nunca aparece. No obstante, todo lo que aquí se dirá es idénticamente aplicable al padre.
4. A pesar de la ambivalencia típica (amor-odio) de cualquier vínculo humano, la experiencia enseña que el lado amoroso de las madres y padres basura es tan mínimo o patológico que, a efectos prácticos y de salud mental de los hijos, podemos considerarlo inexistente. El amor destructivo no es amor en absoluto.
5. Este post nace de la obviedad de que el hecho de que los progenitores basura no suelen ser muy concientes de los estragos que cometen, pues se limitan a repetir sin saberlo los daños que ellos mismos sufrieron de sus propias familias, etc., no debe impedirnos el reconocimiento objetivo y la condena de sus fechorías. Tampoco la ignorancia de la ley por parte de cualquier delincuente, o nuestro entendimiento de su dolorosa biografía, etc., nos impide juzgar sus crímenes. Por otro lado, el que los dañadores de un niño sean precisamente sus propios padres cuidadores no parece un eximente para éstos, sino más bien un agravante. Este doble rasero social, esta injusta manera de condenar la violencia en general pero silenciando la violencia de los padres contra los hijos parece deberse principalmente, en lo sociopolítico, a la supervivencia cultural de esa ley mítica y siniestra que es el Cuarto Mandamiento.
6. En relación a ello, creo que es imposible cualquier trabajo psicoterapéutico real y, menos aún, cualquier prevención de los trastornos emocionales, sin la supresión de una vez por todas de esa inmunidad parental de la que moral, social, política y ciegamente sigue gozando la institución familiar. La familia es ciertamente el entorno óptimo para el feliz desarrollo emocional de los seres humanos y ninguna otra institución puede mejorarla. Pero, dadas también sus innumerables deficiencias, la demolición del Cuarto Mandamiento es, en mi opinión, nuestra última revolución pendiente.
7. Por último, indicar que sólo escribo desde mi experiencia acumulada como psicoterapeuta. Hablo siempre desde el punto de vista de los hijos (no de los padres), y/o de los padres en cuanto hijos de sus propios progenitores. (Remito al lector a Alice Miller). Pese a la dureza del post, no pretendo culpabilizar a nadie en particular, sino sólo denunciar ciertas situaciones extremas, con la esperanza de tocar algunos corazones. El término "hijo" se referirá indistintamente a niños y niñas.
Aclarado estos puntos, ya podemos continuar.
DECÁLOGO DE LA MADRE BASURA
1. Cierra los ojos. Sé ciega, mamá. Niega a toda costa lo mucho que sufriste en tu infancia. Tu padre fue una buena persona o quizá un canalla, pero convéncete de que tu madre fue una santa. Y, si no lo fue, simula que no te afectó, o que ya lo superaste (y perdonaste) todo, o pregúntate qué tendrán que ver estas bobadas, "tonterías de psicólogos", con ese bebé que tanto ansías. ¿No es cierto que vas a sacrificarte al máximo por él? ¿No hay un instinto maternal (se dice) que va a iluminarte todo el tiempo? Convéncete de tu omnipotencia. Si sufres cualquier problema grave (alcoholismo, depresión, trastorno de personalidad...), ni se te ocurra pedir ayuda psicológica antes de tu maternidad. El mundo entero está de tu parte. Todas las madres aman a sus hijos (eso dicen) y tú, no siendo menos que ellas, no tienes nada que sanar, ni nada que aprender.
2. Búscate un hombre. Elige un hombre débil como "padre de tu hijo" y que, absolutamente sumiso o indiferente, te deje vía libre para todo. Donde mandes tú, que no mande nadie más. O también puedes buscarte un dictador violento para depender insanamente de él y defenderos juntos de ese hijo que pronto maltrataréis.
3. Congélate. Ya tienes tu bebé. Pero ese muñequito del que tanto esperabas, cuanto más crece, resulta que más te pide, más te agobia, más te irrita, pues necesita de ti sin descanso todo aquello que tú nunca recibiste de nadie (respeto, aliento, paciencia, ternura, libertad...). Así que enfádate y aléjate de él. Trátalo con indiferencia. Déjalo que llore o rabie (ya se cansará). No le dediques ningún tiempo libre (mejor disfrútalo con la vecina). Nunca le escuches ni lo ampares. Ni se te ocurra acariciarlo o abrazarlo. Más bien grítale. Castígalo. Frústralo sin piedad. Decepciónalo sin miramientos. Olvida a menudo su nombre. Lánzalo a las fauces de su padre y/o jamás lo defiendas de los posibles abusos sexuales o violentos de éste (o súmate a ellos)... También puedes dimitir como madre entregándote a prolongadas depresiones, o a innumerables achaques hipocondríacos que te hagan ser el centro de atención... Pero todo esto no una sola vez, ni dos, ni tres, sino siempre. Continuamente. Durante años.
4. Mutila en modo A (que otros llaman sobreprotección). Es crucial que parezcas una buena madre, así que debes sobreactuar, "proteger" compulsivamente a tu hijo de toda clase de peligros imaginarios. Imponle sin cesar tus miedos, tus advertencias, tus obsesiones, tus prejuicios, tus deseos, tu voluntad sobre todo lo que él debe sentir, pensar y hacer. Todo "por su bien", naturalmente. O críalo entre algodones. Satisface todos sus caprichos. Asume tú las responsabilidades que le corresponden a él. No le enseñes nada ni lo coartes jamás. Tenle miedo. Conviértete en su criada o su dueña. O, mejor aún, en su parásita. Absórbelo como una araña para que "tu chiquitín" no sienta ni piense ni decida ni crezca ni se aleje un milímetro de ti... Y no sólo una vez, ni dos, ni tres, sino todo el tiempo. Así lograrás impedir el más mínimo desarrollo de sus alas. Crearás un ser perpetuamente débil y asustado, vacío, un mero clon de tus miedos, carencias y frustraciones. Gracias a ello le será muy difícil vivir por sí mismo el resto de sus días.
5. Mutila en modo B (el de toda la vida). También puedes ser dominante, controladora, asfixiante. Que las cosas se hagan sin cesar a tu manera. Gana siempre. Sé autoritaria e inflexible. Ponle normas estrictas y prohíbele casi todo. Jamás pidas ni respetes su opinión. No le dejes disfrutar de sus juegos, amigos, libertades. Reprime sus emociones. Castígalo injusta o desproporcionadamente. Pégale a menudo. Aterrorízalo con gritos furiosos (mejor esgrimiendo algún cuchillo o tijeras). Insúltalo (ya sabes: imbécil, hijo de puta, saco de mierda...). Repítele lo inútil que es. Ponte tú misma como ideal de todo. Ensalza a sus hermanos. Avergüénzalo en público y en privado. Nunca te conformes con sus notas escolares. Cuestiona todo lo que hace. Minimiza sus logros. Búrlate de sus fracasos. Intimídalo con amenazas y chantajes... Puedes hacerlo personalmente o permitir que lo haga tu socio, el "padre de tu hijo", ese experto en toqueteos, voyeurismos, bofetones, golpes, patadas, estrangulamientos y palizas... Pero recuerda: no basta con hacerlo una, dos, tres veces. Hacedlo siempre. ¡Con entusiasmo!
6. Invade. Nada de respeto a su intimidad. Ningún miramiento con sus tiempos y espacios privados. Que no haya pestillo en su habitación. Entra siempre sin llamar (la casa es tuya). Remueve secretamente en sus cajones. Entrométete en sus conversaciones. Opina en todos sus asuntos. Toma decisiones por él sin su permiso e incluso sin su conocimiento. Persíguelo por teléfono, facebook, whatsapp.... Abrúmalo a todas horas con tus necesidades y problemas. Exhíbele sin pudor tus desdichas con tu socio, vuestras violencias, llantos, actividades sexuales, borracheras, drogas, amantes... Conviértelo por la fuerza en tu pañuelo, tu falso amigo, tu bastón, tu novio incestuoso, tu cómplice de enredos, tu intermediario... Que sea tu objeto, tu opio, tu retrete, tu esclavo... Él se dejará hacer porque depende a vida y muerte de ti, porque se lo comerá la culpa si no lo hace, porque le aterra perder tu amor ilusorio... Y además ya aprendió que la única persona importante del mundo eres tú. ¿Quién osaría dudarlo?
7. Confunde. La mejor forma de volver loco a tu hijo es tratarlo locamente. Sé siempre contradictoria con él. Mímalo por la mañana y pégale por la tarde. Permítele algo hoy pero no mañana. Ordénale cosas que tú no eres capaz de cumplir (¡dar ejemplo te da grima!). Espera de él cualquier cosa y también la contraria. Si hace algo bueno por ti, ríñele. Si hace algo malo, sé incoherente. Sonríe aunque estés enfadada. Enfádate aunque no haya motivo. Sé hipócrita y superficial. Manosea sus genitales. Cúlpale de tus problemas. Háblale mal de su padre, de otros familiares, de sus amigos, de todas las personas que él quiere. Malmete con sus hermanos. Envidia su belleza y juventud y compite con sus talentos mejores que los tuyos. En todo conflicto, elige y ponte de parte de los demás... Y no una vez, ni dos, ni tres, sino habitualmente. Muéstrate siempre incomprensible, imprevisible, desconcertante, incluso peligrosa. Así él sabrá que, haga lo que haga, nunca podrá entenderte, ni complacerte, ni merecer tu amor. Su corazón se irá desmoronando, su mente dejará de comprender todas las cosas y, poco a poco, se irá aislando de la realidad. Excelente para futuros y graves trastornos de personalidad.
8. Niégalo todo. Siempre que tu hijo se atreva a enfrentarse a ti, te cuestione, se enfade contigo, etc., niégalo todo. ¡Siempre! Pase lo que pase, jamás comprendas nada, jamás te disculpes por nada, jamás des tu brazo a torcer. Muy al contrario, muéstrate muy dolida u ofendida, dale una bofetada, llora con desconsuelo, profiere vituperios y amenazas, denúncialo a tu socio, llama al psiquiatra o la policía.... ¡Es tu ego o tu hijo! Si lo haces bien, él volverá a dudar de sí mismo, renegará de sus percepciones y sentimientos, creerá que tú tienes -como siempre- toda la razón y que él es, una vez más, culpable y desagradecido... Un miserable mal hijo. Esto aumentará su desesperación y acelerará la gravedad e inminencia de sus trastornos psíquicos.
9. ¡Acorrálalo! Esforzada mamá, aún te queda un peligro. Tu hijo todavía podría escabullirse por algún resquicio, buscar amor, comprensión y apoyo en algún familiar (un abuelo, una tía, un hermano...) o una persona externa (un amigo, un profesor, una pareja, incluso un terapeuta...). Debes impedirlo a toda costa, o te descubrirán. Para ello, debes lamentarte y manipular cuanto haga falta para poner a tu familia, tu vecindario, la escuela, incluso el terapeuta de tu hijo, de tu parte. Es absolutamente imperioso que la única versión sobre los problemas de tu víctima sea la tuya. No te será difícil, pues hallarás por todas partes sicarios ávidos de darte la razón (parientes, vecinos, amistades, profesionales de la salud mental...). Debéis, pues, perseguir sin descanso a tu hijo, como a una alimaña, hasta acorralarlo en el callejón sin salida del más insoportable aislamiento emocional y social. Sólo así, con la ayuda de todos, sus síntomas se agravarán definitivamente.
10. Lávate las manos. Tu trabajo ya está hecho. Has conseguido devastar a tu hijo, etiquetarlo, empujarlo a terapias interminables e incluso medicarlo o ingresarlo con frecuencia en centros de salud o "rehabilitación". Has logrado obstaculizar su desarrollo, prolongar su infantilismo, impedir su seguridad en sí mismo, su confianza en el mundo, su capacidad de amar, su alegría, su estabilidad emocional, sus aspiraciones en la vida, su potencial de éxito, su destino... Su alma está ahora llena de diablos devoradores: miedos, culpas, iras, ansiedades, tristezas, violencia, autodesprecio, confusión, parálisis, delirios... Incluso repetirá con sus hijos lo mismo que aprendió de ti. ¡Enhorabuena! Ahora ya sólo te queda "preocuparte mucho" por su supuesto "trastorno" (¡ay, esos genes traviesos, esas neuronas malvadas, esos feos aprendizajes!). Pide ayudas al gobierno. Comparte tu caso en las redes sociales. Funda o súmate a asociaciones de "padres afectados"... Y, sobre todo, nunca te canses de repetirle lo rarito que fue siempre, los disgustos que te sigue dando y lo mucho que lo quieres. ¡Esto es importante! Así te asegurarás de que nunca, jamás, tu hijo pueda recuperarse. Al menos, a tu lado.