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Sobre el acto de nombrar (Parte I)

Patricia Meléndez Aguirre

En esta entrada quiero abordar un tema de lo más interesante aunque por muchos explorado vagamente, un tema que muchas veces se constituye como automatización sin reflexión, como lo común, lo ordinario; y sin embargo, tan cotidiano, tan necesario y tan característico del ser humano. Me refiero al acto de nombrar.

Para ello es necesario revisar previamente algunos conceptos que nos serán de gran utilidad para poder comprender el tema central.

Después de un gran proceso evolutivo, los seres humanos hemos llegado a crear y perfeccionar un sistema particularmente estructurado con el fin de establecer relaciones de intercambio de información que nos permite entender nuestro entorno y expresar nuestros pensamientos, deseos y afectos. Así, hablamos de un proceso de comunicación logrado a través de un lenguaje determinado.

El lenguaje no es un proceso innato sino adquirido a través de otros seres humanos, especialmente durante los primeros años de vida (por ello es importante propiciar en esta etapa un entorno rico en estímulos que permitan a los pequeños entender, significar y aprender a expresarse adecuadamente).

El lenguaje utilizado por los seres humanos es de carácter simbólico, determinado por signos lingüísticos en relación a significados; es decir, utilizamos gestos, señas, secuencias sonoras y signos gráficos que van "cargados" de conceptos o ideas asociadas, pero también de un componente subjetivo que depende de cada persona o grupo ya que estos le asignan un valor mental o emotivo. Pongamos un par de ejemplos:

El significado de la palabra cálido denota "algo que está caliente o que produce calor, de alta temperatura"; sin embargo la misma palabra, dependiendo de su contexto, podrá ser empleada para connotar ciertos estados anímicos que pudieran relacionarse con la alegría, la vitalidad o la belleza.

Vayamos a otro ejemplo, la palabra pinche tiene múltiples usos y significados de acuerdo a la región, cultura y contexto en los que se utilice. Como tal, esta palabra hace referencia a "un objeto puntiagudo" cuando se utiliza como sinónimo de pincho; también se refiere a "aquella persona que ayuda en la cocina, realizando las actividades que se le encomienden". Sin embargo, la misma palabra puede implicar otros significados (que a su vez dependerán del cómo y el cuándo se utilice): En Argentina se utiliza para hacer referencia a la persona que ocupa el lugar más bajo en una empresa, en Chile remite a una persona con quien se mantiene una relación amorosa informal y de corta duración; en México, se utiliza para designar a una persona como vil o despreciable así como para decir que algo es sumamente desagradable o de pésima calidad.

Como podemos observar, el lenguaje va más allá de la composición de oraciones o palabras descifrables que permiten al ser humano relacionarse; se trata de la subjetividad misma que atraviesa a todo este sistema, y de la cual muchas veces no podemos dar cuenta. Si fuese un mero sistema con estructuras perfectas que atienden reglas gramaticales, sintaxis, semántica...¿por qué entonces existen los llamados malos entendidos?, ¿por qué algunas veces lo que se quiere decir no se puede entender tal como se dice?, ¿por qué si se utilizan las palabras más cercanas a lo que se siente aun así no se logra abarcar todo aquello?, ¿por qué las palabras pueden llegar a herir...o a sanar?

Continuará

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