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Federico a colores

Angie Rivas

Todo comenzó en los tiempos de los cuales nadie quiere hablar, donde la esperanza y la fe habían pasado a segundo plano, donde lo único que importaba era sobrevivir.

En esta realidad es donde vivía Federico y en donde a él no le hubiera gustado nacer. El mundo donde él vivía era gris, no existía otro color; los días habían perdido sus matices y su iluminación, y para él era normal. Su vida era una rutina: levántate para ir al colegio, haz tus deberes, guarda silencio y no molestes a los adultos.

Este último punto se tenía que seguir al pie de la letra, Federico jamás podía entrar al estudio de sus padres, no debía interrumpirlos en sus labores a menos de que fuera extremadamente necesario, eso le había dicho su padre, y menos platicar sobre cosas sin importancia a la hora de la comida que era el único momento en donde toda la familia estaba reunida pero siempre en silencio.

Harto de la vida rutinaria que tenía, emprendió un viaje que cambió su forma de ver el mundo.

El día 4 de septiembre comenzó como cualquier otro día para Federico, se levantó al sonido de su alarma, talló sus ojos y se preparó para ir al colegio. Tomó su bicicleta rumbo a su destino, en el camino encontró algo extraño, algo que jamás había visto; una librería ambulante que llamó su atención de inmediato ya que a Federico siempre le habían fascinado los libros, principalmente los de aventuras. Pensó en dar un vistazo solamente y no perder tiempo para llegar a clases, ya más tarde podría tener tiempo para poder ver qué cosas nuevas tenía ese sitio.

Federico no podía dejar de ver el reloj del salón de clases esperando la hora de salida para ir directamente a esa biblioteca. Por fin sonó el timbre y él corrió rumbo a la salida, tomó su bicicleta, pedaleó lo más rápido que pudo, pasó sobre el puente del río y por las colinas hasta que por fin vio la esquina del parque donde seguía estacionada esa monumental biblioteca ambulante, no tardó mucho en frenar con sus pies para luego botar su bicicleta al lado de un árbol, y entró a ese lugar misterioso donde todo cambiaría.

-Hola Federico- dijo una voz que se escuchaba cansada, como de una persona vieja.

Federico volteó para ver quién había dicho su nombre y encontró a un señor con una vestimenta un poco extraña y unas gafas que no tenían forma de sostenerse en sus orejas.

– ¿Cómo sabe usted mi nombre?- dijo Federico con cara desconfiada.

El hombre le dijo que lo esperaba hace días, que sólo por él había tenido que recorrer toda la ciudad.

-Ahora que estás aquí podremos comenzar; ahora escoge un libro, el que quieras es tuyo-

Federico no entendía muy bien a lo que se refería el viejo y lo único que quiso fue salir corriendo de ahí, en ese momento sintió un escalofrío que le recorría el cuerpo y trató de emprender la huida pero sintió algo que lo detuvo, el bastón del viejo lo había sujetado de sus tirantes y lo regresó de un solo jalón.

-No entiendes lo que te digo, si huyes tendré que ir a buscarte y como ves ya soy muy viejo para eso, mejor quédate y escucha, si te conviene cambiarás al mundo, si no pues simplemente seguiremos viviendo como hasta ahora, ¿qué te parece?- Dijo el viejo tomando asiento en su mullida mecedora y tomando una taza de café.

Federico quedó perplejo por lo que le había dicho el viejo, quiso ser educado y escuchar lo que él quería decirle, además la curiosidad era una característica esencial en la forma de ser del pequeño, así que tomó asiento en un banquillo y escuchó con atención.

Es así como ese día cambiaría toda la historia, no sólo de la vida de Federico sino de todos aquellos que lo rodeaban. El viejo comenzó a contarle una extraña historia…

-Todo comenzó en los tiempos anteriores a estos, donde nada era como es ahora, ya que en esos tiempos el mundo tenía algo que no tiene ahora, algo llamado color-

-¿Color?- Preguntó Federico desconociendo totalmente a lo que se refería el viejo.

-Así es- respondió él y le pidió a Federico que no lo interrumpiera ya que entendería mejor conforme se desarrollara la historia. El viejo continuó:

-El color era lo que le daba vida a este mundo; matices, sombras, iluminación y reflejos hacían que las cosas no se vieran todas iguales como ahora, los artistas tenían forma de plasmar en sus cuadros toda la belleza que existía en la naturaleza, combinaban colores y formas, y así expresaban sus sentimientos a través de los colores; ¿podrías imaginarte eso Federico, un mundo totalmente diferente al que conoces? Pues esto era antes, así era el mundo antes de ser invadido por la soberbia, la intolerancia, la violencia, la apatía y la indiferencia de los seres humanos. Ahora tú eres el indicado para regresar ese color a este mundo gris.-

Federico quedó perplejo con la historia del viejo, no podía imaginarse el mundo de manera diferente, más vivo, más feliz…totalmente diferente.

-¿Por qué yo?-Preguntó Federico.

-Porque tú eres un niño que guarda en su corazón el color que el mundo necesita, con tu curiosidad, valentía y perseverancia vas a descubrir muchas cosas nuevas y eso es lo que este mundo necesita para cambiar- le dijo el viejo a Federico.

-¿Y cómo lo haré?, no soy tan valiente como usted cree- le contestó Federico.

-Claro que eres valiente, llegaste aquí, no te fuiste aunque tenías miedo, escuchaste con atención y vi en tus ojos ese brillo cuando conté esa historia, sólo falta que tú quieras cambiar el mundo; ¿qué dices?, ¿quieres hacerlo?

Federico se quedó pensando un momento y aceptó, la aventura lo llamaba y hacía que su corazón latiera más rápido.

-¡Acepto!- gritó Federico, entusiasmado por la nueva aventura que iba a emprender.- pero, ¿Qué tengo que hacer?-

El viejo le explicó que sólo tenía que cambiar su actitud cada día y que él vería la magia del color manifestándose en su vida y después en la de los demás.

Federico no entendió muy bien la explicación del viejo pero aceptó sin chistar ni un momento, así que volvió a emprender carrera pero sintió nuevamente que lo detenían, el viejo y su bastón entraron nuevamente en acción.

-¿Qué no te llevaras ningún libro?- Preguntó el viejo a Federico.

–Toma un libro, el que tú quieras y llévalo a casa.-

Federico tomó el primer libro que estaba a su alcance y corrió para tomar su bicicleta, pues ya se le había hecho tarde y no quería que sus padres lo regañaran por su tardanza.

Federico llegó a casa, subió las escaleras y quiso ver qué libro había tomado de los estantes del viejo, lo abrió y miró que se trataba de un libro de un artista llamado Monet, Federico no le puso mucha atención, ya que él hubiera preferido un libro de excavaciones, viajes y aventuras, así que lo guardó en su mochila y comenzó con sus deberes.

Sus padres llegaron a casa y Federico bajo corriendo a contarles lo que había pasado en su día, pero olvidaba la regla esencial de la casa no hablar si no es un tema de importancia, así que sentados todos en la mesa en silencio eso parecía un fúnebre lugar. Federico recordó lo que el viejo le dijo, cambiar de actitud y en ese momento todo cambió.

Federico comenzó a decirles a sus padres lo que había pasado, cómo había sido su día y lo emocionado que estaba. Entonces, preguntó a su padre si conocía lo que era el color.

-Deja de decir tonterías Federico, sabes que en la mesa no se hablan de cosas absurdas y lo que dices no tiene ningún sentido- contestó su padre sin quitar los ojos del periódico.

Federico se sintió triste de la antipatía de su padre y se quedó callado hasta que terminó de comer, subió a su cuarto y pensó que era imposible cambiar de actitud, en ese momento tocaron a su puerta, era su madre; ella entró al cuarto y le pidió que terminara sus deberes, Federico no perdió oportunidad y le preguntó a su madre acerca del color.

-Mira Federico esos tiempos ya pasaron, tu abuelo me platicó que antes la gente se distraía de sus deberes por esos sentimentalismos absurdos que ahora no sirven, recuerda que los tiempos han cambiado y que nos tenemos que enfocar en ser mejores, así que olvida eso por favor y has lo que te digo- contestó su madre.

Federico la contempló y le dijo: -pues yo estoy dispuesto a cambiar de actitud-, así que se levantó de la cama y la abrazó como jamás lo había hecho, su madre se quedó sin habla y contestó el gesto de su hijo.

Él salió corriendo a bañarse pero fue distinto, se sintió diferente, algo había cambiado en ese momento.

Comenzó otro día, sonó la alarma y Federico se levantó de un solo salto de su cama, corrió para tomar su desayuno y estaba listo para ir al colegio, se despidió de su padre de la misma manera que lo había hecho todos los días pero con su madre las cosas cambiaron; se acercó, la abrazó nuevamente y le deseó un buen día, ella le dio un beso en la frente, Federico le sonrió y se fue.

Tomó su bicicleta como todos los días y vio algo diferente en ella. ¿Qué era eso que tenía en el manubrio?, una mancha, pero esa mancha tenía algo especial, era amarilla; Federico no lo entendía, no sabía de qué se trataba pero reflexionó y pensó que podría tratarse del color.

Silbó todo el camino rumbo a la escuela, llegó ahí y les sonrió a todos sus compañeros y a su profesora deseándoles buen día a todos, ellos lo miraron con rareza, no sabían por qué se comportaba así.

Las horas del colegio terminaron y regresó a casa, algo en ella había cambiado, entró y la cocina olía de manera diferente, se estaba horneando un pastel, algo que jamás había pasado en casa.

Nuevamente se sentaron a comer y él comenzó a contar cómo había sido su día y preguntó a sus padres cómo había sido el de ellos; su madre le contó lo que había hecho, mientras su padre sólo refunfuñó y no quiso contestar nada.

Así pasaron los días y Federico veía cada vez más colores en el mundo, vio el azul del riachuelo, el verde de las montañas, el rojo de la manzana que le llevó a su profesora, el amarillo de su bicicleta, y cada día estaba más fascinado con ello.

Todos comenzaron poco a poco a ver los colores y a cambiar su actitud, todos menos el padre de Federico que seguía enfocado en sus cosas, así que Federico tenía que pensar en algo para que su padre entrara en el nuevo mundo de color y así lo hizo.

Construyó un avión de madera, sabía que era la fascinación de su padre, lo dejó en el escritorio y escribió una nota: “Deja volar tu imaginación”; el padre lo vio y recordó sus años de infancia y cómo era la vida, en ese momento sonrió y vio como el pequeño avión comenzaba a pintarse de colores, justo como el que tenía de pequeño. Salió al patio y llamó a Federico, los dos jugaron toda la tarde con el avión.

Ya en la noche, Federico recordó el libro de la biblioteca ambulante, lo abrió y vio las hermosas pinturas de Monet y quiso agradecerle al viejo de la biblioteca por todo, regresó y no encontró nada.

Regresó a la casa un poco triste y ojeó otra vez el libro donde vio escrito que decía así: “Todo es cuestión de actitud Federico, ahora tu eres el héroe que cambio como se ve el mundo. Gracias por ser tan valiente”

FIN

 

Sesión 23SM  · 2017

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